Los ataques a LÚH por parte de El Mundo, ABC y El Confidencial, así como el comunicado de la Asociación de la Prensa de Madrid (APM), revelan algunas de las principales claves sobre cómo funciona el poder mediático en España. Que tres periódicos que cuentan con una gran inyección financiera del Ibex35 y de los principales bancos apunten sus cañones contra un digital modesto revela que, a pesar de nuestro tamaño, hemos debido hacer algo importante.
Nos acusan de ser un órgano de propaganda de Unidas Podemos, pero su agresividad no se explica por eso. Aunque no tengamos vínculos ni dependencias orgánicas partidarias, jamás hemos ocultado nuestras simpatías. No somos neutrales ni pensamos que ningún medio lo sea. El director de La Razón fue diputado del PP, el actual presidente del PNV fue jefe de política del periódico peneuvista Deia y director de la radio pública vasca, la jefa del digital socialista El Plural fue directora general en el Gobierno de Zapatero. Que nuestra directora fuera dirigente de Podemos o que algunos de nuestros redactores y colaboradores militen o hayan militado en Izquierda Unida, el PCE o Podemos no debería molestar ni preocupar a los que manejan inmensos recursos para controlar televisiones, radios y periódicos.
Pero la razón por la que preocupa LÚH no tiene que ver con nuestra línea editorial o nuestras ideas, sino con los temas sobre los que informamos. No es muy habitual investigar sobre los propios medios; quiénes son sus dueños, quiénes son y de dónde vienen los que mandan en ellos. Nos han acusado de panfletarios y de partidistas pero nunca de mentir. Ninguno de nuestros enemigos ha podido negar ni una sola de nuestras investigaciones sobre los medios.
Nos han criticado también por publicar informaciones sobre algunos generadores de opinión muy importantes. Si la gente tiene derecho a saber quiénes son los que gobiernan o aspiran a hacerlo, ¿no tiene sentido que sepan también quiénes son los que les informan y quiénes son los propietarios de lo que ven, oyen o leen?
Como cabía esperar, a los ataques de los medios de la derecha le ha seguido un comunicado de la APM. Como hemos publicado, esta asociación casi nunca defiende a periodistas si son de izquierdas y, como era de esperar también, los dirigentes de los partidos de la derecha han saludado el comunicado de una asociación que cada vez más periodistas identifican antes como un grupo que protege intereses conservadores que como una asociación profesional.
Esta semana el diario El Mundo señalaba a uno de nuestros colaboradores, escandalizándose de que hubiera sido invitado a participar en un programa de la televisión pública. Se trataba de José Manuel Martín Medem, excorresponsal de TVE en varios países y Premio Nacional de Periodismo en Derechos Humanos. Le atacaban y le señalaban por ejercer su profesión sin dejar de ser de izquierdas. Que al tiempo que Eduardo Inda o Francisco Marhuenda sean tertulianos permanentes en todas las televisiones (también en las que dirigen su oferta a audiencias progresistas como La Sexta) El Mundo se permita atacar a Medem revela que algunos siguen borrachos de poder y de indecencia.
No esperamos que la APM defienda a José Manuel, como no lo ha hecho con otros periodistas como Jesús Cintora, Cristina Fallarás, Antonio Maestre y tantos otros. Pero tanto la actitud arrogante de los periódicos que nos insultan como el comunicado de la APM nos reafirman en la necesidad de seguir haciendo nuestro trabajo.
Sabemos que tenemos mucho que mejorar y que aprender para que más personas se hagan socias y podamos seguir creciendo. Por suerte, hay profesionales que nos enseñan cada día y que trabajan en proyectos que para nosotros son una referencia como Ctxt, El Salto, Cuarto Poder, Infolibre, La Marea, El Diario, Público y muchos otros. Aunque aprendamos de ellos no queremos imitarles, precisamente porque pensamos que nuestro papel es otro.
El nuestro es un digital partisano, combativo, que asume la cultura como terreno de conflicto ideológico, un digital que va a seguir contando lo que otros no cuentan sobre el poder mediático. Y sin ingresos por publicidad.
Seguimos.
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