La patria es una peña, la patria es una roca, la patria es una fuente, la patria es una senda y una choza.
Mi patria no es el mundo; mi patria no es Europa; mi patria es de un almendro la dulce, fresca, inolvidable sombra.
A veces por el mundo con mi dolor a solas recuerdo de mi patria las rosadas, espléndidas auroras.
A veces con delicia mi corazón evoca, mi almendro de la infancia, de mi patria las peñas y las rocas.
Y olvido muchas veces del mundo las zozobras, pensando de las islas en los montes, las playas y las olas.
A mí no me entusiasman ridículas utópias, ni hazañas infecundas de la razón afrenta, y de la Historia.
Ni en los Estados pienso que duran breves horas, cual duran en la vida de los mortales las mezquinas obras.
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A mí no me conmueven inútiles memorias, de pueblos que pasaron en épocas sangrientas y remotas.
La sangre de mis venas, a mí no se me importa que venga del Egipto o de la razas célticas y godas.
Mi espíritu es isleño como las patrias rocas, y vivirá cual ellas hasta que el mar inunde aquellas costas.
La patria es una fuente, la patria es una roca, la patria es una cumbre, la patria es una senda y una choza.
La patria es el espíritu, la patria es la memoria, la patria es una cuna, la patria es una ermita y una fosa.
Mi espíritu es isleño como las patrias costas, donde la mar se estrella en espumas rompiéndose y en notas.
Mi patria es una isla, mi patria es una roca, mi espíritu es isleño como los riscos donde vi la aurora.
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