Donald Trump: Una democracia para los ricos
El 20 de enero de 2017, Donald Trump asumió la presidencia de los Estados Unidos en un acto que simbolizó el ascenso de un magnate sin experiencia política al poder más alto del país. Con su lema “Make America Great Again”, prometió devolver la grandeza a una nación que, según él, estaba en decadencia. Sin embargo, desde el primer día quedó claro que su visión de la democracia se alejaba de la idea de un gobierno para todos y se acercaba peligrosamente a un modelo en el que solo los más ricos y poderosos tienen voz y privilegios.
Donald Trump: Una democracia para los ricos. Un gabinete de millonarios y corporaciones
La conformación de su equipo de gobierno fue una declaración de intenciones. En lugar de rodearse de expertos en políticas públicas o defensores de derechos sociales, Trump llenó su gabinete de multimillonarios, empresarios y lobistas con intereses privados. Nombres como Betsy DeVos, una magnate de la educación privada, y Rex Tillerson, ex CEO de ExxonMobil, mostraron que su administración no buscaba representar a la clase trabajadora, sino a las élites económicas que ven el poder como un instrumento para aumentar su riqueza.
En este modelo de «democracia», la voz del pueblo quedó supeditada a los intereses corporativos. La reducción de impuestos a las grandes empresas, la desregulación de industrias contaminantes y el desmantelamiento de programas sociales evidenciaron que el gobierno de Trump no era para todos, sino para aquellos que podían pagar su asiento en la mesa del poder.
Donald Trump: Una democracia para los ricos. El ataque a los más vulnerables
Desde el inicio de su mandato, Trump emprendió una cruzada contra los sectores más vulnerables de la sociedad. Su intento de eliminar el Obamacare puso en riesgo la salud de millones de personas sin recursos. Su retórica contra los inmigrantes derivó en políticas como la separación de familias en la frontera y la construcción de un muro que simbolizaba la exclusión y el rechazo.
El desprecio por las minorías se hizo evidente no solo en sus políticas, sino en su discurso. Enfrentó protestas contra el racismo con indiferencia e incluso con apoyo implícito a grupos supremacistas. Sus ataques a la prensa libre y a cualquier institución que intentara fiscalizar su gobierno reforzaron la idea de que su democracia solo servía a quienes le eran leales o le eran útiles.
Donald Trump: Una democracia para los ricos. La democracia bajo asedio
Trump no solo gobernó para los ricos, sino que también debilitó las bases democráticas del país. Desde su desprecio por las instituciones hasta su intento de aferrarse al poder tras perder las elecciones de 2020, dejó claro que su compromiso con la democracia era superficial y condicionado a sus propios intereses. Su mandato fue una demostración de cómo el poder puede ser utilizado para servir a una élite privilegiada mientras se reprime a quienes más necesitan del Estado.
Donald Trump: Una democracia para los ricos.
El legado de Trump es una advertencia: cuando la política se convierte en un negocio y la democracia en una herramienta de las élites, el pueblo —especialmente el más vulnerable— se convierte en el enemigo. Su presidencia nos recordó que la democracia no es solo el voto, sino la garantía de que el poder se ejerza para el bienestar de todos, no solo de unos pocos.
JMG 1/2025
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