finaos
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Los Ranchos de Ánimas son grupos de cantadores y tocadores cuya finalidad original era recaudar fondos para sufragar las misas de difuntos. Según Lothar Siemens, “Rancho” es el término con el que se designa en Canarias a una reunión de personas que se juntan para cantar y tocar.

Los Ranchos de Ánimas constituyen una de las manifestaciones más antiguas y singulares del folklore canario, arraigando fuertemente en las islas orientales, como un rito conectado con la muerte.

La música de los Ranchos de Ánimas es esencialmente percusiva, utilizándose instrumentos tales como: espadas, tambores y panderos de sonajas o de sacudir, incorporándose más tarde otros instrumentos de cuerda del tipo de guitarras, timples, violines o laúdes. En la melodía de los cantos se aprecia una clara influencia oriental.

 

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Los Finaos y los ranchos de ánimas representa una celebración que se van perdiendo para muchos canarios. Consiste en una práctica donde se reunían en horas vespertinas y nocturnas del 31 de octubre al 1 de noviembre, familiares, amigos y vecinos a modo de convivencia en una noche muy peculiar.

Se hablaba, se contaban historias de difuntos y se comían los frutos de esta época del año: castañas, nueces, manzanas del país…, acompañado todo con anís y ron miel, (lo que ya daba a suponer como acababa la peña de empachada y media piripi) por el fresquillo que ya daban las temperaturas de la estación otoñal, en esas fincas y medianías. También contenía esa noche un cierto carácter lúdico-popular, ya que se participaba y se acompañaba la noche con parrandas que ponían el toque musical y divertido a la noche.

También se reservaba sitio para los muertos en las comidas del día 1 de noviembre; solían haber sillas vacías en memoria de los antepasados. Y en cada familia era muy frecuente encender lamparitas de aceite por la memoria de cada uno de los que habían fallecido. Esa tarde-noche la mujer de mayor edad de cada familia recordaba a los muertos, los finaos, los que habían llegado a su fin. «La madre o la abuela contaba anécdotas de los finados de la familia y los hacía presentes con sus palabras».

También era costumbre en estas fechas prepararse con antelación, haciendo la matanza del cochino y amasando pan. Para esto invitaban a los familiares y vecinos más cercanos, para el almuerzo. Por la tarde se llenaban las morcillas con gran jolgorio, cuyos ingredientes eran almendras, batatas, bizcocho, condimentos y parte de la sangre del animal. Al finalizar, se repartían entre los invitados.

Al llegar el día, los más pequeños cogían una talega e iban visitando las casas pidiendo los santos. Tocaban en las puertas y preguntaban: ¿Hay santos?. La dueña decía que sí, depositando en la talega almendras, nueces, higos pasados y castañas. Cuando las llenaban volvían a casa muy contentos. Por la tarde se reunían las familias para comer castañas asadas acompañadas de anís vino y ron miel o licorcito de ruda. Luego, por la noche se celebraban los bailes de Taifas, muy esperados por los jóvenes, pues en ellos se encontraban las parejas. Empezaban a las nueve y terminaban a las doce, pues había que respetar el día de los difuntos que se celebraba al día siguiente.

¿ Jalogüin….? ¡venga ya!

 

Señorita Mari Paz Llarena, profesora jubilada.

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